Como madres, padres o cuidadores, siempre estamos atentos a cada nuevo gesto, mirada o sonrisa de nuestros bebés. Pero a veces, también notamos pequeñas diferencias que nos hacen preguntarnos si todo está bien con su desarrollo. Hablar sobre los signos tempranos del autismo no es para asustar, sino para informar y acompañar, porque cuanto antes se identifiquen, más temprano se puede intervenir y apoyar de forma adecuada.
El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es una condición del neurodesarrollo que afecta la manera en que una persona se comunica, interactúa socialmente y experimenta el mundo.
Aunque el diagnóstico oficial suele darse entre los 2 y 3 años, algunas señales pueden observarse desde los primeros meses de vida. Detectarlas a tiempo permite brindar herramientas y terapias que pueden mejorar notablemente la calidad de vida del niño y su entorno.
Nadie conoce mejor a tu bebé que tú. Si algo te genera duda o te “hace ruido”, es totalmente válido consultar con un pediatra o especialista en desarrollo infantil. No se trata de etiquetar, sino de acompañar.
Algunos signos podrían indicar simplemente una variación en el desarrollo típico, y no necesariamente TEA. Pero cuando varios se presentan al mismo tiempo y de forma persistente, es una invitación a mirar con más atención.
La detección temprana no es un diagnóstico definitivo: es una oportunidad para ofrecer herramientas a tiempo, con amor y comprensión.