Durante muchos años el uso de caminadores o andadores se popularizó, pues se consideraban una útil herramienta para ayudar al bebé a dar sus primeros pasos. Sin embargo, en la época actual estos implementos son desaconsejados por el alto riesgo que representa para el bebé, incluso en algunos países como Canadá ya se encuentra prohibida su fabricación y comercialización.
Los peligros al poner al bebé en un caminador son altos; solo en Estados Unidos, se atienden a más de 8.000 bebés cada año por caídas y traumatismos relacionados al uso de caminadores.
Cuando se pone al bebé en un caminador, es probable que alcance velocidades peligrosas, esto puede provocar caídas por escaleras, volcamientos, o choques fuertes contra muebles y paredes. Se dice que un niño en un andador tiene el doble de riesgo de sufrir un golpe en la cabeza y 2 veces más posibilidades de fracturas en brazos y piernas.
Por otro lado, al usar estos aparatos el bebé queda a una altura superior al piso, esto significa que puede alcanzar con mayor facilidad objetos peligrosos como productos químicos o voltear vasos con bebidas calientes.
Además, el roce constante de las piernas con el soporte del andador puede irritar su delicada piel y provocar quemaduras.
Contrario a lo que se cree, los caminadores no ayudan a que el bebé camine, al contrario, entorpece este proceso. Cuando el niño se encuentra en el caminador sus piernas quedan separadas y arqueadas, además se ve forzado a caminar en puntitas, esta postura no es natural y puede repercutir negativamente en su desarrollo e inicio de la marcha.
El tiempo que el niño permanece en el andador podría ser empleado en actividades mucho más provechosas como el gateo.
La Academia Americana de Pediatría ha hecho especial énfasis en su desaprobación y promueve su prohibición en los Estados Unidos. Indica que no deben ser usados ni siquiera cuando el niño este vigilado de manera permanente, en caso de peligro, el adulto no alcanzaría a reaccionar con suficiente rapidez.
Por eso la recomendación principal es deshacerse de este aparato en caso de tener uno en casa, y optar por otras prácticas seguras y mucho más provechosas para su desarrollo, como el juego en el piso, un entorno libre donde pueda desplazarse con libertad y el acompañamiento de un cuidador que anime y guie sus movimientos.